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Una historia a medias / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [04/02/12]

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Aunque denostada y arrinconada para el consumo masificado, la erróneamente denominada por la intelectualidad de turno como ‘televisión basura’, compuesta por realities, corazón, sucesos…ha calado profundamente en las formas de narratividad de nuestra cultura.

How much does your building weigh, Mr.Foster? es el documental recientemente estrenado sobre la persona y obra de Norman Foster. Dirigido por Norberto López Amado y Carlos Carcas, producido por Art Comissioners (consultoría de arte dirigida por Elena Ochoa, esposa de Foster), ha sido filmado durante los dos últimos años. En palabras del productor ejecutivo del filme, Antonio Sanz, el proyecto surgió como la idea de “editar un libro con imágenes en movimiento, una gran exposición cinematográfica sobre la obra de uno de los más grandes arquitectos contemporáneos”. El documental es no sólo una exhibición espectacularizada de la arquitectura de Foster (tratando de crear una experiencia visual sublime de sus principales estructuras) sino también la construcción de un retrato de Foster, que trata de ser igualmente sublime e inmaculado desde el primer segundo del filme, cuando sobre un fondo en negro se proyectan estas palabras suyas, que sitúan inmediatamente al espectador frente a un protagonista que no cabe sino reconocer como un héroe visionario :“Todo me inspira. A veces me pregunto si veo cosas que otros no ven”.

Estructurado como un documental clásico, sin brillo, abusando de la tecnología de la cámara super-lenta, de las tomas aéreas y de la espectacularización de las ya de por sí espectaculares creaciones fosterianas, How much does your building weigh, Mr.Foster?, se transforma en una ventana para comprender los entresijos de las fastuosas personalidades vidas de los arquitectos-estrella y nos deja comprobar cómo estos divos se han alejado tanto del suelo que su comprensión de la realidad está tomando tintes surrealistas.

Relato de una historia de auto-superación cristalizada en grandes edificios, este documento parece concebido para ser un tributo en vida a la trascendencia de Foster, aunque también puede pensarse que es un extenso publirreportaje. Dentro del documental se intercalan las opiniones ensalzadoras sobre su figura de personajes de la aristocracia celebrity como Bono; artistas contemporáneos como Anish Kapoor, Richard Long y Richard Serra; antiguos colaboradores y jóvenes empleados de Foster + Partners que con su intervención bien se han ganado el título de ‘Employee of the Month’. Se echa sin embargo de menos las palabras de de entre sus coetáneos y colegas en la cúspide arquitectónica – únicamente Richard Rogers interviene, aunque no para hablar de la significación de la obra de su antiguo socio sino para recalcar su admiración por la determinación de Foster para ‘hacerse a sí mismo’.

Uno de los rasgos llamativos del filme, es que su concepción como hiperbólica oda viene escrita y narrada por el crítico de arquitectura Deyan Sudjic actual director del Museum of Design de Londres, quien es asimismo el autor de la recientemente publicada Norman Foster: A life in Architecture, una biografía que ha sido considerada excesivamente oficial y deferente con el personaje, que oblitera con cierta tendenciosidad ciertos aspectos relevantes y delicados en su trayectoria personal y profesional y que también evita ahondar en un análisis crítico de la evolución de su obra. Este libro, así como su implicación en la producción de este documental (fácil presumir que la elaboración de ambos está directamente interconectada), vienen a culminar el desvelamiento de lo fraudulento de su propósito con el ensayo La Arquitectura del Poder (Barcelona: Ariel, 2007) en el que efectuaba un análisis sobre las obsesiones megalomaníacas de los poderes políticos y su relación con la arquitectura, así como el endiosamiento de los arquitectos que han trabajado a su servicio. Pero con él, contrariamente, y, forzando una crítica con impecable oportunismo e intelectualismo amanerado, urdiendo el engaño de erigirse como el azote desafiante del sistema apropiándose de esa crítica y opacando así toda posibilidad de respuesta o contrarrespuesta posible a ésta por él formulada, Sudjic no hizo más que contribuir a cimentar ese mundo de egos y afirmarse como uno de sus máximos validadores, confirmándose como un participante servilmente activo de ese mismo establishment , que el tono de su participación en este proyecto y los términos con que escoge describir y exaltar a Foster no hacen sino corroborar.

La narración-retrato incurre en el dramatismo folletinesco cuando Sudjic-voz narradora sugiere: “uno se da cuenta entonces que Norman vivía en ‘el lado equivocado de las vías”, aludiendo a las vías férreas que separaban el barrio obrero del ajardinado barrio de los privilegiados de clase media. La narración insiste en hacer de Foster una especie de héroe dickensiano para nuestros días, enfatizando excesivamente en la falta de recursos económicos de la familia Foster (que, aunque difícil, posiblemente no fuera mucho peor que la de cualquier familia de clase media-baja en la Gran Bretaña de posguerra) y creando un salto narrativo entre la milagrosa ascensión de un supuestamente paupérrimo joven de un barrio marginal de la periferia mancuniana y su conversión en eximio alumno de Yale, una elipsis que no aclara cuáles fueron los factores que permitieron esa evolución que se insiste en evocar como una gran hazaña. How much does your building weigh, Mr.Foster? concluye en el mismo escenario donde comenzaba: en un nevado paraje suizo donde Foster participa en una maratón de esquí de fondo, secuencia que sirve para ahondar (sin desdeñar recursos propios de docu-drama) en el argumento de su vida como el de una constante historia de espíritu imbatible, mencionando el cáncer que padeciera hace una década o sus problemas de corazón.

Sería necio demandar que desde un documental producido bajo el propio control del protagonista se realizara una crítica profunda o se abordaran aspectos menos amables para éste. No obstante, como mínimo, habría sido deseable que además de la edulcorada visión del hombre no se dejaran en el tintero tantos hechos que servirían para tener una aproximación real, matizada, al personaje y los avatares que han conformado su vida y completaran el conocimiento de su arquitectura.

Sin duda, la parte más interesante del documental es traer a la memoria la etapa del Team 4 (que fundó junto a Richard Rogers y sus respectivas esposas, Wendy Cheeseman y Su Brumwell) y la energía y posición ideológica con la que fueron planteados sus primeros edificios, una arquitectura en la que primaba la consigna de aplicar la tecnología más avanzada de la época para ponerla al servicio de la sociedad, produciendo a través de sus edificios cambios que rompían con los moldes del anquilosado sistema de clases británica y la aplicación a rajatabla de la idea de Buckminster-Fuller acerca de hacer “más con menos”: estructuras resistentes con menor cantidad de recursos. Una posición desde la que mutaría hacia la fama y la poderosa posición actual alcanzada a partir de la construcción del HSBC.

Como normalmente pasa con este tipo de retratos biográficos, involuntariamente termina emergiendo lo que subliminalmente se excluye de la narración y queda al desnudo la otra cara –más allá de sueños y aspiraciones de infancia y juventud- de la dimensión y ambición de un arquitecto que, como un tiburón de los negocios, sugiere que la crisis no afecta en gran medida a su estudio porque la crisis de un continente se equilibra con el boom de otro. O cómo la persona que se jacta de su dignidad ante el encargo de la construcción del Reichstag berlinés (‘de ninguna manera seré partícipe de la creación de un símbolo que forma parte de un pasado imperial y un símbolo del autoritarismo’) queda elocuentemente contrapuesta con la falta total de remilgos de esa misma persona a la hora aceptar encargos para regímenes autoritarios como el de la República de Kazajstán para quien construyó el Palacio de la Paz y la Reconciliación en Astana (edificio por la que el documental parece pasar deliberadamente de puntillas), o la visión sobre el sistema laboral de semi-esclavitud aplicado en la construcción del aeropuerto de Pekín (para el que, como informa el documental, se contaron con 50.000 trabajadores que vivían a pie de obra, divididos en tres turnos de trabajo ininterrumpidos), que alaba en estos términos el que otrora fuera un arquitecto con inquietudes sociales: ‘tenemos que aprender muchas cosas de estas economías emergentes y la manera en que piensan a lo grande’. Su discurso ahonda en ese cariz rocambolesco cuando comienza la autopromoción de su gran idea urbana para la ciudad-shopping mall de Masdar (Abu Dhabi), con sus conclusiones superficiales sobre la superpoblación de las ciudades que dan para él como consecuencia la creación de una ciudad aséptica en la que, paradójicamente, el gran logro es la emisión 0 de carbono, pero que es financiada mediante dinero del petróleo y cuyo costo total asciende a 11.000 millones de euros.

La intención de mostrar a un Norman Foster impoluto, alguien en quien las debilidades son convertidas en virtudes y signos de superioridad, gran visionario y encarnador del prototipo ideal del hombre de la modernidad, evita conocer parte de la realidad de un arquitecto con obra valiosa y perdurable y resulta finalmente en un retrato artificioso e incompleto. Un elogio vano para un hombre que hubiera sido indudablemente más interesante escuchar y ver presentado como un individuo con dilemas, con cuestionamientos acerca de su tiempo, una mirada crítica sobre su obra y para quien la arquitectura habría significado algo más que triunfo.

 

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Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicada originalmente en EXIT-Express, 55, Noviembre 2010

 

 

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