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Cuestión de sentido común / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [15/06/09]

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En un presente marcado por diatribas y el alzamiento de banderas 'ecologistas' de conveniencia e imposturas sobre la sostenibilidad, la manifiesta evidencia de estar asumiendo la realidad sobre el desequilibrio climático y el agotamiento de los recursos y la búsqueda de soluciones a ésta haciendo uso del más primordial sentido común, desde una postura radicalmente contraria a esos vedetismos apoyados en discursos de falsa concienciación y promesas de edificios redentores, hace del arquitecto chileno Alberto Mozó un consistente referente para este momento.

Mozó plantea un modo de hacer basado ciertamente en la sensatez, en la obstinación a afrontar el estado crítico de la situación y a evitar eludir la responsabilidad del arquitecto: "El 50% del gasto energético que se realiza en el mundo y el 50% de los deshechos que se generan se decide en estudios de arquitectura. Que los arquitectos hoy hayan comenzado a colgarse la etiqueta 'eco' o 'sostenible' sólo significa que se han hecho cargo del despilfarro de la energía. En este estado de las cosas resultan absurdos estos discursos sobre edificios que giran, o persiguen la sofisticación formal …", afirma con una directa contundencia, tras la que subyace una postura de sublevación contra las tendencias que están dominando el mercado arquitectónico hoy y cómo éstas estas teniendo una intervención crucial para el mantenimiento de un estado que persiste en la generación de malgasto que rige el sistema y sumiéndolo en una inercia de situaciones perjudiciales a nivel económico y social.

El fundamento de base de la arquitectura de Alberto Mozó es un pragmatismo absoluto y directo. De esta cualidad, deriva su fuerte convicción en la trascendencia política que supone la construcción de todo edificio, un acto que hoy debe concebirse como un modo de formular una solución efectiva al problema climático y energético que se realiza desde la comprensión de las dinámicas de los sistemas económicos globales y locales, pero que se formula como una estrategia de aplastante coherencia y que representa verdaderamente la materialización de la posibilidad de unas nuevas perspectivas a través de las que imbuir al concepto 'edificio' de una nueva definición y dimensión.

No es exagerado afirmar que su edificio de oficinas y tienda BIP Computer en Providencia (Santiago de Chile), galardonado en 2008 con el premio Internacional para Arquitectura Emergente otorgado por la revista Architectural Review de Londres, con el debe ser considerado como un referente de acción y ejemplo de un nuevo paradigma arquitectónico: 'un edificio que elude la demolición'.

Alberto Mozó comprende la arquitectura como construcción, la objetividad se transforma en exigencia por cuanto de partida asume el futuro edificio como un cuerpo social que tendrá consecuencias y repercusiones más allá de las apreciaciones y sanciones a sus cualidades estéticas, un factor que él sitúa a un nivel secundario y perteneciente a una dimensión privada del trabajo arquitectónico. No parte de apriorismos formales, sino de una serie de restricciones autoimpuestas que tienen más que ver con el potencial del material con que va a trabajar, las piezas con que construirá…

En el edificio BIP Computers se demuestra que la aplicación de la lógica constructiva y la estandarización de materiales y del trabajo manual no están reñidas con el logro de belleza y armonía en arquitectura, y que los condicionantes, a priori limitadores del trabajo, se convierten en aliados que lo nutren de sentido y abren posibilidades positivamente insospechadas para desarrollos como éste, basadas en la anteposición de la sensatez y la atención del arquitecto a las dinámicas de funcionamiento real del contexto donde se va a emplazar el edificio, para lograr con él un actor eficiente y simultáneamente capaz de operar reacciones y transformaciones positivas.

El compromiso de Alberto Mozó es construir con materiales de alta reciclabilidad, en su caso, con la madera (abundante en Chile pero habitualmente usado para edificaciones de bajo coste), hace que la idea de reutilización esté inextricablemente vinculada a la de rentabilidad, como pone de manifiesto este edificio.

Constatando cómo dentro del actual sistema de mercado aquello que posee un valor real y permanente es el suelo sobre el que una construcción Mozó plantea su concepción del edificio como un objeto transitorio con un alto valor residual. "El concepto mueble me parece algo más interesante que la propia arquitectura. El término mueble es un término jurídico medieval que designa los objetos heredables que son transportables. Es en el transcurso del tiempo cuando aparece el término inmueble, como aquellas cosas heredables pero que no podían moverse. Creo que hoy el inmueble designa el valor del terreno: el terreno en sí es aquello que tiene valor, puesto que la casa no vale nada, es despreciable a nivel de valor", razona, basando en esta idea la posibilidad de que en el momento en que deba ser remplazado el edificio en su integridad pueda ser fácilmente reconstruido en otro emplazamiento o sus materiales revendidos y reciclados, generando así un beneficio para su propietario y evitando que la construcción devenga un montón de escombros inútiles. "El edificio tiene diversos potenciales de interés para su reutilización, en función del comportamiento del mercado. Se trata ante todo de ofrecer al cliente la posesión de una arquitectura que tiene posibilidades de ciclos en el futuro".

No es sólo en este logro de crear un producto rentable para el cliente y simultáneamente sostenible para el entorno donde radica el mérito del planteamiento de Mozó, sino la voluntad asimismo de proponer recursos que permitan levantar edificios de presupuesto acotado al máximo y cuyos métodos de construcción sencillos permitan la mejora de condiciones laborales y salariales para los empleados en la obra, otro reflejo de la fuerte inquietud social que impregna su trabajo y que atribuye a la influencia del arquitecto paraguayo Solano Benítez: "Todo el interior del edificio es una unión seca. Todos los elementos son articulables, desmontables. Traté de hacer un edificio económico y me impuse unos límites. Emplear el mismo tipo de perno me garantizaba tener un buen precio al comprar una gran cantidad de la misma pieza. Usar el mismo tipo de unión, como sucede en éste, nos dio la oportunidad de poder emplear a personas que habitualmente hacen tareas que les reportan una baja remuneración (barrer, cargar herramientas…), y que aquí, les pusimos un cinturón, les dimos una llave y les encargamos ejecutar un trabajo mecánico que inmediatamente aprendieron a hacer y así, duplicar su salario".

En este contexto actual donde predomina esa actitud tendiente a la elaboración de ficciones constructivas y discursivas, este pragmatismo sensible de Alberto Mozó es una aproximación a una forma de hacer arquitectura que nos conduce a soluciones posibles y reales y en total concordancia con nuestro tiempo. Obviamente, la suya no es la única estrategia pero sí posee la consistencia de la que otras cargadas de especulaciones vanas adolecen e inocula el necesario estímulo del deseo de formular otras definiciones, otras posibilidades, la fuerza de unos ideales.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número 906

 

 

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