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Una pila de inconvenientes Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [27/04/08]

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Nueva York ahora también adquiere edificios-objeto. La ciudad ya cuenta con su edificio de sofisticado y minimalista diseño japonés. El nuevo edificio del New Museum, situado en el downtown de Manhattan, y diseñado por SANAA -el equipo dirigido por Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa-, se inauguró en diciembre (2007) concebido -según los responsables de la institución- «para ser sede para el arte contemporáneo y como incubadora para nuevas ideas, además de como contribución al paisaje urbano neoyorquino». Su propuesta fue la definitivamente elegida entre la selección final de proyectos, compuesta por las de Reiser + Umemoto, Ábalos y Herreros, Gigon / Guyer y David Adjaye.

El edificio se emplaza en la calle Bowery, que hasta hace relativamente poco fue una zona urbana conflictiva y que conserva aún un cierto aire de degradación. La intensidad de este carácter se ha querido plantear, por parte sobre todo de la institución comitente, como un factor relevante para la concepción del proyecto. No obstante, y en contraposición a esos propósitos, el New Museum de SANAA es finalmente y ante todo un monumento-icono que no conecta con su entorno. Su posición deliberadamente autista muestra claramente cuáles son las intenciones del centro, que tienen seguramente más que ver con distinguirse mediante un trabajo «de postal», antes que brindar al deteriorado barrio un edificio dotado de sentido que actúe como auténtico catalizador de mejora.

Emplazado entre una serie heterogénea de construcciones de pequeño y mediano tamaño de diversos tipos y funciones, el edificio, de 53 metros de altura, destaca dentro de este descuidado territorio urbano por su presencia luminosamente blanca y por su estructura formal conformada por seis bloques rectangulares apilados. La ubicación del inmueble entre un solar muy estrecho de 22 metros de anchura y 34 de profundidad suponía un factor de complejidad añadida para una sede que debía acoger un programa ambicioso y complejo, fundamentalmente demandando galerías de exposición abiertas y flexibles, de diferentes alturas y atmósferas. La idea de las cajas apiladas apareció como una estrategia lógica para resolver esta situación problemática: «Éramos conscientes de que no podríamos maximizar el lugar con arquitectura sólida. Debimos reducir la masa del edificio para crear espacio entre éste y el perímetro», explican Sejima y Nishizawa. "La solución de las cajas desplazadas apareció rápidamente, de manera intuitiva. Luego, mediante un proceso de prueba y error, definimos la configuración ideal final".

El conjunto consta de ocho plantas -una de ellas, subterránea- con una superficie total de aproximadamente 5.600 metros cuadrados, donde se distribuyen cuatro galerías de exhibición, una sala de teatro en la planta subterránea, un espacio en el vestíbulo para instalaciones, aula pedagógica, oficinas, una gran sala polivalente en el piso superior, así como una cafetería y librería.

Los adorables vecinos. Su atmósfera interior se yuxtapone absolutamente al carácter del vecindario donde se encuentra. Cruzado el umbral del edificio, el visitante se encuentra un espacio de luminosidad tenue, de tonos blancos y plateados. Los arquitectos argumentan haber imbuido el interior de una «bella rudeza», según explican: "No queríamos esconder las cosas tras paneles, sino mostrar de qué está hecho el edificio y maximizar la sensación de apertura, pero hacerlo de un modo bello dentro de los parámetros de la rudeza. Por esa razón, la estructura y las entrañas del conjunto están a la vista: tuberías, aspersores, el aislante contra incendios?". Pero se mantiene presente la noción de garantizar el carácter neutral de los espacios de las galerías, generar una fenomenología sutil para la experiencia estética. "Hemos tratado de jugar con las dimensiones y el modo en que la luz diurna incide en los espacios, a fin de que el visitante pueda experimentar el arte en unas condiciones diferentes en cada sucesiva visita, a diferentes horas, en diferentes ámbitos, sin que esto interfiera con las cualidades de las obras artísticas".

Pieza singular. Básicamente, el concepto del New Museum puede resumirse en ser ese apilamiento de cajas levemente desplazadas, y este recurso formal, en un entorno de arquitectura degradada, junto a su resplandeciente blancura, que le permite sobresalir, transformándolo en una pieza urbana singular. Este efecto provoca expectante curiosidad sobre lo que será su interior. Por eso, la toma de contacto con el edificio produce una sensación decepcionante. Las cajas apiladas siguen siendo cajas apiladas; los desfasajes permiten la entrada de luz exterior pero generando una sucesión de espacios inconexos y fragmentados. Se tiene la sensación de estar más en una serie de galerías superpuestas que en un espacio de museo integrado, puesto que no existe ninguna articulación, ni espacios conectores que permitan una comprensión espacial total desde ningún punto del interior del edificio, teniendo el visitante la conciencia de hallarse en un espacio fragmentado que sólo puede recorrerse de forma vertical y únicamente mediante el uso de ascensores: un error arquitectónico producto de haber accedido al requerimiento del cliente de maximizar la disponibilidad de espacios para exposición, suprimiendo así la necesaria presencia de una serie de elementos conectores. La única excepción sería la escalera que une el tercer y cuarto piso; escalera que, por otra parte, es un remarcable gesto que genera un bello espacio, gracias a la conexión entre ambas plantas y el juego perspectivo que se logra: un detalle preciosista, evidencia de las mejores capacidades arquitectónicas de SANAA. El problema es que se reduzca a ser un gesto anecdótico totalmente afuncional.

Identidad experimental. La actitud de sencillez esencial que distingue estilísticamente la arquitectura de SANAA se convierte en el New Museum en una pobreza de recursos conceptuales que han hecho que el proyecto se apoye más en el énfasis sobre el mero detalle decorativo -como sucede en el caso de los aseos, magistralmente resueltos, o el cuidado tratamiento de la librería del museo-. Los arquitectos argumentan -en una entrevista que recoge el volumen sobre el edificio que publicará en breve la editorial Lars Müller-que se trata de un conjunto cuya identidad es experimental, que busca crear una narrativa espacial compleja. Pero la patente y remarcable situación de ausencia de definición espacial induce a meditar acerca del modo en que se difumina la consistencia de las ideas de arquitectos que eligen construir a través de soluciones simples, pero que no están sustentadas por un discurso que ligue una ideología consistente con su concepción estética. Lo han logrado exitosamente en otros de sus proyectos, pero, concretamente, en el New Museum han trocado impactante sencillez por aburrimiento.

Tal vez obras como el New Museum supongan la necesidad de poner en crisis la sobrevaloración de cierta arquitectura japonesa, que se justifica por el mero hecho de serlo, y dudar si realmente en muchas de ellas subyace la capacidad de una propuesta arquitectónica comprometida más allá de la sofisticación estética que nos fascina a los occidentales.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en el suplemento cultural de ABC.es

 

 

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