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El origen del proyecto La ciudad jubilada -examinando la crucialidad del fenómeno de los huertos urbanos desarrollados por ciudadanos jubilados en torno a la periferia barcelonesa como una forma alternativa de apropiación y desarrollo informal de lo urbano- se remonta a 2005, como un relevo de ‘Espacios Rurubanos’. Fue presentado en 2008 dentro de la exposición ‘Post-It City’ (comisariada por Martí Perán para el CCCB). En 2012, Pau Faus, su responsable, ha publicado un volumen bajo este mismo título: un «breve diccionario sobre los huertos informales en los ríos de Barcelona» Valga destacar este dato para contextualizar cuál era el inicial sentido de esta investigación y cómo su repercusión adquiere un sentido aún más consistente y útil como proveedor de una posibilidad de referente activo frente al presente más directo.

Según Faus constataba, este específico caso de huertos urbanos en la periferia de Barcelona era resultado de tres factores: los vacíos que producen en el territorio las infraestructuras de paso; la basura generada por la ciudad y que se vierte ‘frecuente e impunemente’ por su perímetro; y, en tercer lugar, los excedentes del sistema laboral. La confluencia de estos tres factores llevaba al aprovechamiento de la tierra fértil y abandonada que se genera en las periferias urbanas. Dentro de un escenario pre-crisis, esos huertos creados y mantenidos por ciudadanos jubilados, podían aparecer como ámbitos surgidos de la nostalgia, producto de la determinación de personas que emprenden su creación y cuidado por propia motivación sentimental, así como por la resistencia a claudicar frente a un sistema que les impone una presencia social pasiva envuelta en una aséptica perspectiva de confort.

Hace cuatro años, las percepciones que suscitaba este fenómeno se desdoblaban en un rechazo (característico de aquellos recientes esnobismos neoriquistas) por verlas como expresiones de pseudo-chabolismo y cierta repelencia ante la pervivencia de una rusticidad ligada a un estado de pobreza e ignorancia que se prefería considerar obsoleto y superado. Transcurrido ese periodo, e inmersos en una depresión económica, estos huertos y, sobre todo sus artífices, se revelan como ejemplo de la sabiduría pragmática de un sentido común ligado a una conciencia de identidad (formada quizá por instinto o quizá por la enseñanza de las propias vicisitudes vitales, o una suma de ambas) que no sucumbió al espejismo del bienestar.

No es irrelevante el hecho de que mayoritariamente estos jubilados sean personas que llegaron a Cataluña durante las olas migratorias de los años 60 y que, pese a haber vivido gran parte de su vida en zonas urbanas, conservan un fuerte arraigo con sus orígenes rurales y cuya destreza para mantener sus huertos se debe en gran medida a los conocimientos (horticultura, albañilería, carpintería, fontanería…) adquiridos durante una amplia experiencia laboral y vital que les capacita para reciclar provechosa e ingeniosamente materiales desechados y dotarles de nuevos usos arquitectónicos o logísticos en sus terrenos. Una sabiduría práctica que Faus etiqueta con el concepto del bricoleur de Lévi-Strauss y que, en gran medida, fundamenta la percepción de estos huertos con esa segunda interpretación posible en 2008: verlos como iniciativas similares proliferando en otros países europeos, ocupaciones ilegales asimilables a la creación de una perspectiva ecourbana, legibles como acciones de desarrollo sostenible, autoconsumo y respeto a la naturaleza. Y ésa es la lectura que queda enfatizada tras la lectura de La ciudad jubilada.

Ante un sistema que ha intentado construir las periferias con decisiones a gran escala, estos jubilados han estado conquistando (desde una forma de clandestinidad) el terreno y definiendo (desde una apropiación informal) los paisajes cercanos y sus usos, evidenciando muy positivas posibilidades alternativas de uso económico y social para estos.

El estudio de Faus no debe de ninguna manera confundirse con esa cierta tendencia vigente (más moda que convicción) que, en el actual fracaso de ciertas comprensiones de lo urbano, adquiere la idea de ‘lo pobre’ y que se está encarnando en oportunistas modelos de colectivos o ‘arquitectura caritativa-limosna’ y que en muchas situaciones de marginalidad están encontrado herramientas para crear productos dirigistas y paternalistas. Como tampoco se debe confundir el sentido del trabajo consciente y espontáneo de estos jubilados que realmente han dignificado y contrapuesto, tal vez sin proponérselo, un modo de acción que se enfrenta a toda manipulación y frivolidad buenista de otras propuestas más o menos orquestadas por los poderes fácticos. Faus no tiene ninguna voluntad intrusiva, ni dirigista. El valor y potencial de su estudio se debe a su observación y el aprendizaje sobre la actividad de estos jubilados -recalcando su sentido común e independencia, así como una latente afirmación de rebeldía contra el rol pasivo y débil asignado al jubilado- y su significado y repercusiones a nivel social y urbano. Se abstiene de inventar una teoría para centrarse en analizar desde una perspectiva rigurosa y a la altura de ésta, sin voluntad de intelectualizar ni mitificar acciones, ya que, de hacerlo, se distorsionarían sus significaciones

 

Pau Faus, La ciudad jubilada, The Retired City, Barcelona, 2012. (Una edición digital está disponible en www.issuu.com/paufaus)

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Versión ampliada del texto publicado originalmente en el suplemento cultural de ABC, Madrid - 2 de Febrero de 2013 - Número 1078

 

 

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