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Lejos del artificio / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [14/03/11]

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El trabajo con tecnologías digitales para procesar madera y el interés por las antiguas técnicas escandinavas de construcción en madera distinguen la arquitectura de Geir Brendeland y Olav Kristoffersen.

Su estudio nace en 2002, tras ganar un concurso para diseñar unos edificios en el barrio Svartlamoen en Trodheim. Los edificios proyectados para este concurso se plantearon como parte esencial de una nueva regulación urbana para una antigua zona de la ciudad cuya identidad y situación era crítica: surgida a fines del siglo XIX como barriada residencial proletaria, en 1947 fue recalificada como zona de uso industrial, pero la oposición comunitaria impidió aplicar cualquier plan en ese sentido, sumiendo al área en una progresiva degradación hasta que en la década de los 70 se convirtió en refugio contracultural. En 2001 la zona fue recalificada como ‘área urbana de experimentación ecológica semi-autónoma’.

Las viviendas diseñadas por Brendeland y Kristoffersen son unos edificios construidos con elementos de madera reutilizable, con impacto positivo para el equilibrio de CO2, producidos industrialmente y que fueron montados directamente a pie de obra, el proyecto -el primero construido con este tipo de procedimiento en el país- ha adoptado estrategias constructivas muy vinculadas a las de las zonas rurales de Noruega: construcciones que, por su falta de artificio y búsqueda de eficiencia, estos arquitectos describen como ‘sin afectaciones, funcionales y sorprendentemente radicales’. Aprovecharon asimismo el contexto de este proyecto para proponer edificios capaces de contener una mayor densidad residencial (22m2 por persona frente a la media noruega de 50m2 per cápita), evidenciando la posibilidad de crear viviendas de alta calidad constructiva con un de coste inferior al estándar noruego y cuyos precios de alquiler están igualmente por debajo de la media.

Políticamente, este proyecto interviene como un claro manifiesto para poner en entredicho las estrategias gubernamentales que ceden a manos privadas el desarrollo de emprendimientos inmobiliarios. Arquitectónicamente, como una réplica a las dos ideologías predominantes en su país: por un lado el regionalismo noruego, basado en un concepto de arquitectura de autor-genio y que trata de elaborar una interpretación del paisaje natural local a través de viviendas unifamiliares, una postura que ha menoscabado la atención al paisaje urbano noruego y la reflexión sobre las estructuras sociales; y, por otro lado, el predominio de una arquitectura de estética hipersofisticada, artificiosa y más concebida para ser fotogénica que sensible y habitable.

En el proyecto de tres viviendas para alojar mineros en el asentamiento de Longyearbyen, en el archipiélago de Svalbard (Circulo Polar Ártico), adquiere también importancia la búsqueda de soluciones espaciales que permitan incrementar el nivel de densidad de ocupación. La estrategia adoptada es mantener la sección a través de cada apartamento y hacer que la anchura de cada uno se expanda para poder acoger más espacio habitable. A través de una manipulación de la sección, se insertan tres plantas en el espacio que habitualmente habrían ocupado dos. De nuevo, la madera es el material principal de construcción, procurando en este caso concreto de condiciones climáticas extremas el beneficio de una construcción rápida y que genera una cantidad mínima de residuos. El color rojo de las viviendas responde al parámetro oficial para toda la arquitectura de este emplazamiento con el que el gobierno noruego trata de simbolizar su posición de soberanía frente a las disputas que mantiene con Rusia sobre este territorio. Acatando esta imposición, Brendeland y Kristoffersen tratan de enfatizar la abstracción formal exterior de los edificios y simultáneamente minimizar el impacto de la expresión cromática aplicando el color a todos los elementos del edificio. En síntesis, el proyecto es una intensa respuesta a paisaje pero gracias al rigor conceptual y constructivo adquiere una identidad inusitada dentro del entorno arquitectónico al que se incorpora.

A pequeña escala, la Villa Bongen reitera de nuevo la capacidad de estos arquitectos para maximizar desde la contención, en este caso resolviendo una vivienda unifamiliar cuyos propietarios deseaban que tuviese como materiales predominantes la madera y el vidrio. El proyecto se resuelve como una construcción severa, como una caja construida con grandes elementos sólidos de madera que es sostenida por unas delgadas ‘piernas’ de acero. En este caso, además del estudiado planteamiento para la disposición del programa doméstico, el cuidado estudio de la topografía permitió que dotar a la vivienda, situada en un solar poco privilegiado de una urbanización a las afueras de Trondheim, de una amplia terraza que le proporcionaría unas vistas al paisaje de fiordos vecino equiparable a la que poseen las viviendas de mayor nivel de la urbanización.

Aunque claramente enraizada en la idiosincrasia escandinava tanto por su materialidad como por su respuesta a las condiciones medioambientales, las experiencias y el posicionamiento de Brendeland & Kristoffersen Arkitekter son referencias extrapolables para la concepción de un modelo arquitectónico con interpretaciones globales en su búsqueda de máxima eficiencia y en la puesta al día de la tecnología y el conocimiento de lo vernáculo. Producen así un manifiesto que hace un llamamiento al sentido común que trasciende la funcionalidad abstracta para pasar a producir un funcionalismo humanizado. Y esto puede considerarse hoy evolución radical.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en el suplemento cultural de ABC, Madrid - Número 988

 

 

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