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Jugar en serio... / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [29/07/10]

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Ángela Ruiz y Pedro Romera definen su actitud como arquitectos como 'positiva, juguetona y perseverante, abierta a la innovación aun sabiendo los riesgos'. Ésa es la actitud que marcaba el concepto subyacente en la exposición ‘Juegos Prohibidos’, que pudo visitarse en el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria durante el pasado mes de marzo, y en la que estos arquitectos mostraron una síntesis de su primera década de trabajo conjunto. En ella, la disposición de los elementos expuestos como un 'amueblamiento flexible, sin determinar recorrido alguno', buscaba subrayar el espíritu de un modo de hacer que se traduce en un compromiso responsable con la producción de una arquitectura de cercanía, de belleza accesible y disfrutable.

Al afirmar su 'búsqueda de la sencillez depurando la complejidad', evidencian comprender que toda abstracción conceptual que sustente el trabajo de concebir la arquitectura debe saber encontrar y manifestar su profundidad mediante una respuesta lógica y eficiente en lo construido. La idea del asumir el acto de hacer arquitectura como un complejo juego inagotable, donde el jugador aprende con cada partida a percibir y a manejar la ausencia de límites con la que desarrollar estrategias para seguir jugando, afirma la vocación de sustentar su actividad en la experimentación – 'aventurarse a explorar nuevos territorios y procesos'- , refleja no sólo la predisposición positiva con la que han afrontado el reto de trabajar con presupuestos reducidos sino que afirma también el reconocimiento de su posición dentro de un estado de realidad que se define esencialmente en un 'flujo de situaciones cambiantes', a la que la arquitectura debe ser capaz de responder. Una concepción que posiblemente imbuye al edificio de una sustancia de transitoriedad (intrínseca al espíritu del momento presente) pero en la que simultáneamente se hace adquirir a la arquitectura, desde una nueva dimensión, la función de intervenir como un elemento organizador de un orden catalizador de las sinergias fluidas y líquidas del presente.

Con el juego como una herramienta mental para interpretar la realidad, Romera y Ruiz constatan la factibilidad de producir una arquitectura de imaginación realista: de motivación social y en la que subyace permanente la dimensión amplia de lo humano a un nivel físico y emocional, hibridada con la inquietud de lograr rigor y delicadeza en el diseño.

El empeño en lograr una arquitectura contextualizada sea posiblemente el eje inmutable desde el que elaborar y redefinir esas reglas que les mantienen en el proceso de juego. Cada uno de sus edificios posee su propia naturaleza, específica e intransferible, pero en las que se percibe inconfundiblemente cómo ,utilizando métodos de acción plenamente actuales , retoman los valores que la arquitectura hizo intrínsecamente propios durante el Movimiento Moderno, como son la responsabilidad ética del arquitecto y la primordial dimensión de la arquitectura como artífice del bienestar y progreso social, sumando a ello la investigación con cuestiones que son totalmente inherentes a las exigencias de este momento, como el uso racional de materiales y métodos constructivos a favor de una sostenibilidad coherente y de fundamentos reales, la atención a los cambios y transformaciones produciéndose a nivel socio-cultural, que exige a las estructuras arquitectónicas dotarse de flexibilidad.

Luz, color, el paisaje en su conjunto y sus elementos particulares…aparecen convertidos en componentes cruciales de la arquitectura de Romera y Ruíz en cada una de esas partidas de juego, donde su actitud positiva les permite desarrollar la creación de espacios que procuren un 'bienestar amable', como en el caso de sus viviendas, o que logran encarnar el espíritu de espontaneidad ingenua de sus usuarios protagonistas en proyectos cuyos usuarios protagonistas son niños.

En '8 casas inscritas y 3 patios' (Santa Lucía de Tirajana, Las Palmas) proponen un interesante modelo de vivienda social, manejando las posibilidades de un edificio inscrito en el interior de una manzana, creando diferentes estratos de uso privado y colectivo. El propio proyecto trata de ser reivindicación de cómo ‘es posible realizar una arquitectura con cualidades desde lo local y con escasos recursos: sólo es preciso agudizar el ingenio y dedicarle tiempo’. Así, Romera y Ruiz proponen un espacio doméstico donde la presencia de la luz y la visión del cielo se convierten en sencillos poéticos protagonistas, pero los diferentes colores de los patios (azul, amarillo y verde) son los que promueven la transmisión de sensaciones. Igualmente, la fachada se convierte en un volumen plegable, cromático, que evita plantearse como un límite externo y que es capaz de ayudar a la autoregulación climática del edificio.

El proyecto de una casa en Santamargarita en Marzagán (Las Palmas) se concreta también en un diálogo con la luz del sol y el paisaje circundante como protagonista y en la creación de un espacio interior de sorprendente verticalidad. Por su parte, el Centro Dotacional de El Lasso (Las Palmas), se plantea como un límite que construye el encuentro entre un jardín y un mirador hacia el mar, (ambos propuestos por los arquitectos, como remate de la cabeza del barranco, donde se ubica la parcela municipal objeto de la intervención, en este caso nos inventamos, también, el lugar para el edificio) plantean una negociación con el territorio dado, donde la calle de tráfico rodado y la topografía definen la forma y el lugar.

En su intervención en la Escuela Infantil La Herradura (Telde, Las Palmas) yuxtaponen a la rigidez del edificio original un paisaje de colores vivos, que crea un ámbito propicio a la vivencia de la fantasía mediante la incorporación de una cubrición planteada como una especie de pieza de puzle, que apenas se posa sobre el edificio, y que hace que la luz se transforme en un salpicado cromático que dota al lugar de un carácter totalmente renovado, creando un lugar-escenario para juegos donde los únicos elementos del exterior a los que se permite acceso son los árboles y las nubes. Un planteamiento de audacia imaginativa, como surgida de un juego de reidentificación con la percepción infantil de la realidad, que también se percibe en el proyecto para la guardería El Caracol (Telde, Las Palmas), donde se plantea un edificio aparentemente alusivo a la morfología de microscópicas formas celulares, y que toma su inspiración en los restos de invernaderos que ocupaban el lugar, invitando con complicidad protectora a los niños a jugar y relacionarse con los elementos naturales a través de él, crear un espacio vital para ellos.

Una actitud positiva que sabe imbuir de un optimismo pragmático (no ingenuo ni frívolamente idealista) a su arquitectura, y les guía para desarrollar ese esfuerzo de depuración de la complejidad para lograr la sencillez, cobijando en la conceptualización y resolución de cada proyecto la seriedad de su juego.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en ABCD las Artes y las Letras, ABC, Madrid - Número 959

 

 

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