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Caprichos de arquitectura / Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste  [10/11/08]

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La sede para TEA Tenerife Espacio de las Artes es el último proyecto firmado por Herzog & de Meuron que se concluye en España, desarrollado en asociación con el arquitecto tinerfeño Virgilio Gutiérrez

Sito en el rehabilitado casco antiguo de Santa Cruz de Tenerife, al margen derecho del Barranco de Santos, el edificio cuenta una superficie de 20.622 m2 construidos. Su diseño, según los autores, se basa en una serie de elementos diagonales en planta y suelos inclinados que tienen que ver con la estratificación, planos y líneas de su emplazamiento y que tratan de permitir que el espacio público penetre con fluidez hacia el interior del edificio, de manera que a través suyo el barrio antiguo de la capital quede conectado con la zona moderna. Asimismo, la integración dentro de este edificio del Instituto Óscar Domínguez, el Centro de Fotografía Isla de Tenerife y la biblioteca de la Red Insular ha dado lugar a un concepto interior donde espacios y actividades estén entrelazados y conectados entre sí pero preservando su propia individualidad.

El edificio ha sido puesto en funcionamiento con tres exposiciones, pero resulta inevitable tener en cuenta el casi inexplicable hecho que la biblioteca se encuentra aún virtualmente vacía, como hecho que parece venir a corroborar la cierta sensación que el proyecto de política cultural tras el TEA se ha reducido básicamente a la mera proclamación de posesión de este edificio firmado por Herzog & de Meuron. Enfatiza esta impresión el que Jacques Herzog concluyera su intervención en el discurso de inauguración del edificio desafiando lo que él tildaba como de incomprensión ciudadana hacia el proyecto. Afirmaba así cómo la arquitectura producida por las grandes estrellas de su calibre ha perdido contacto con las necesidades reales y, lo que es peor, también el interés por ellas, y cómo arquitectos y poder político se complementan para construir solamente espectacularidad estéril y propagandística, que sólo acrecienta el narcisismo autista de ambas partes.

El arquitecto puede estar sujeto y, hasta cierto punto, mostrarse complaciente por propia conveniencia con los vaivenes y delirios políticos, pero en todo momento debiera ser capaz de saltar por encima de ellos con inteligencia y concentrarse en el valor propositivo de sus obras. Desafortunadamente, la obra reciente de Herzog & de Meuron se ha convertido en el paradigma de un tipo de edificios que no corrigen, ni subsanan, ni depuran la ignorancia política sino que se transforman en cómplices de un objetivo político cuya única finalidad es poseer y exhibir propagandísticamente el edificio de firma.

Arquitectónicamente, el TEA se reduce a ser una mera proposición ornamental, que si en el caso de la remodelación de la Plaza de España de estos mismos arquitectos en la misma ciudad logra crear un pequeño espacio público punteado por detalles que, sin hacerla sobresaliente, la dotan de una presencia urbana agradable y de cierta calidad, aquí convierte en una toma de posición ostentosa, de un protagonismo mal formulado. El exterior es una pesada masa oscura salpicada por huecos de heterogéneas formas y medidas obtenidas a partir del pixelado ampliado de una fotografía de los reflejos del sol sobre el mar, como referencia a lo local, y que permiten generar un efecto de iluminación cuyo efecto se percibe al máximo en la sala de la lectura de la biblioteca. Aquí, la creación de una especie de paisaje interior formado por una profusión de lámparas, la yuxtaposición del muro de hormigón perforado frente a la transparencia del gran ventanal tras el cual se encuentra un segundo muro suavemente policromo -lo que debe entenderse esencialmente como un ejercicio de decoración- crea un ámbito agradable y que potencialmente es el que podría devenir un buen espacio para uso de todo tipo de público.

El edificio del TEA transmite una lección que, aunque sabida, es necesario volver a repasar: Qué sentido tiene, además del efecto de los efímeros focos mediáticos, recurrir a unos arquitectos como Herzog & de Meuron cuya concentración en este proyecto se percibe cuanto menos débil. Siendo una oficina operando a escala global, los proyectos de macroestudios terminan siendo diseñados por arquitectos anónimos y sobre los cuales los directores de la firma poseen una escasa responsabilidad propositiva. En el proceso de obra su intervención es únicamente interpretar el papel de prima donnas neuróticas y autoritarias que se concentran sólo en producir el detalle decorativo que actúe como etiqueta su marca, habiendo quedado en la el arquitecto local, Virgilio Gutiérrez, a pleno cargo de la responsabilidad de lograr la buena materialización del edificio.

A estos niveles, se ha perdido la noción de arquitectura como diálogo entre el arquitecto y la esfera cívica. No por más de una cuestión ideológica –que sería también reprobable- sino más bien por la desgana y la falta de intención de realizar un serio ejercicio de reflexión y compromiso. El arquitecto de firma se escuda en su posición elitista. El TEA es el ejemplo claro de una apuesta por la arquitectura de marca más que por la arquitectura de servicio. Ésta es la tendencia.

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número 875

 

 

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