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La Ciudad en Juego/ por Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste [28/07/07]

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Fundamentalmente planificadas para acoger el ocio infantil, las zonas de esparcimiento público son posiblemente algunas de las menos estudiadas en el momento de ser diseñadas. Su diseño tiende a transformarse en la acumulación de elementos mobiliarios totalmente estereotipados o caprichosamente ultra-diseñados, que ofrecen unas mínimas posibilidades de variación e improvisación para el juego y para la interacción social, tanto para niños como para adultos con una idea vaga de las necesidades y deseos de sus usuarios. Espacios conceptualmente abordados y resueltos de modos excesivamente elementales, pese a la relevancia que los discursos cívicos quieren otorgarles. Y, sin embargo, se trata de espacios que intrínsecamente poseen un enorme potencial para constituirse como pequeñas ágoras desde las que catalizar y consolidar la idea de comunidad que paulatinamente está desapareciendo del sentimiento urbanita contemporáneo. Sobre este factor tratan de llamar la atención, brindando a la vez ensayos de respuesta, la historiadora Liane Lefaivre y el equipo de arquitectos dirigido por Henk Döll a través del proyecto de investigación The World is my Playground –recogido en el libro Ground-Up City. Play as a Design Tool (www.010publishers.com)- que ha implicado el planteamiento de un modelo teórico y su subsecuente aplicación en diferentes zonas del tejido de diferentes capitales holandesas.

Su investigación reivindica la necesidad de recuperar un significado amplio para el concepto del juego a la hora de crear este tipo de ámbitos urbanos: que el arquitecto lleve a cabo su trabajo de creación desde la disposición mental con la que se practica el juego y que sus usuarios –niños, jóvenes y adultos- hallen en estos ámbitos un espacio que les permita una experiencia lúdica e imaginativa con su entorno. “El juego representa la libertad mental, y una oportunidad para desviarse de las reglas. El lugar de juego tiene asimismo significado como margen físico que permite el movimiento entre los diferentes componentes de una construcción o de una máquina” plantea Lefaivre desde una perspectiva que trata de enfatizar la importancia crucial de las zonas de recreo como parte del engranaje social de la ciudad. Destacando las reflexiones de artistas actuales cuyo trabajo ha explorado la vertiente lúdica del espacio urbano libres del complejo de seriedad del que sufre la arquitectura; y constatando los diferentes modos de apropiación libre de éste como campo de diversión por parte de los ciudadanos (tales como el free-running, la agricultura urbana, la creación de áreas de baño público…) reinterpretando las infraestructuras urbanísticas y arquitectónicas disponibles, Lefaivre argumenta la necesidad de repensar sobre cómo y para qué crear esos entornos de expansión para el homo ludens contemporáneo.

Enfatizar en los atributos pedagógicos, terapéuticos y civilizadores atribuidos al hecho de jugar por pensadores como Schiller, Gross, Freud o Huizinga (y que simbólicamente eran ya tema de numerosas pinturas de escenas costumbristas en la pintura holandesa del siglo XVII); y recuperar el respeto al poder subversivo y liberador del juego sostenido por los dadaístas como guías para ese replanteamiento necesario y que debe alejarse ideológicamente de las fantasías ingenuas y tecnocráticas con que Le Corbusier, Mumford, Kahn o Noguchi idealizaron en los años inmediatos al fin de la Segunda Guerra Mundial el concepto de las áreas lúdicas urbanas como ejes para el renacimiento de una sociedad armónica es lo que plantean Lefaivre y Döll. Retoman la conciencia con que arquitectos como Jane Jacobs y los Smithsons discreparon de esas concepciones sofisticadas y utópicas de las zonas de recreo, centrando su interés en preservar los espacios instersticiales urbanos de pequeña escala con este fin, como un medio para mantener la comunidad.

Un concepto que en Holanda encabezaron durante el periodo de posguerra, Aldo van Eyck, Cornelius van Eesteren, Jacoba Mulder quienes crearon toda una nueva serie de espacios de recreo integrados en el tejido urbano tradicional de Ámsterdam, en pequeños espacios intersticiales de éste, sin necesidad de establecer expresamente un área ex novo para ellos. Se trataba de parques no impuestos por la administración local sino parte de un proceso participatorio del ‘poder popular’ que implicaba a los ciudadanos y el departamento de Desarrollo Urbano de Ámsterdam, creando una red policéntrica estrechamente tejida gracias a la que se incrementaba el número de estos espacios que permitían una reconstrucción social.

Basándose en este modelo, el estudio Döll -Atelier voor Bouwkunst ha analizado y propuesto posibles intervenciones en los vecindarios de Het Oude Westen y Hoogvliet (Rótterdam) con objeto de analizar las repercusiones positivas que la generación de una red de pequeños espacios de recreo puede brindar en la ciudad contemporánea. La premisa es no acotar la idea de la creación de un área de juego (playground), exclusivamente dedicadas a juegos infantiles y juveniles, sino generar un concepto más amplio del espacio de juego (playspace), donde el diseño urbano se aproxima a la noción del homo ludens, proponiendo que la ciudad contemporánea se transforme enteramente en un área potencialmente lúdica. Así, se define “juego” como la posibilidad de intervenir sobre el tejido de la urbe sembrándola de pequeños lugares donde quebrar la dinámica frenética de la ciudad, contraponiéndose a las teorías que patrocinan grandes emprendimientos y que acaban abocados a transformarse en no-lugares. La propuesta de Döll tiende a la activación puntual de espacios en desuso para insertar dentro del entramado urbano una red de espacios lúdicos, ámbitos multifacéticos que respondan a la exigencia de espacios recreativos adecuados al aire libre -lugares donde los niños y jóvenes puedan patinar, jugar al fútbol, columpiarse, bailar, graffitear… - pero que asimismo estén al servicio de los adultos. Zonas de funcionamiento fluido intergeneracionales que asimismo queden abiertos a usos temporales e improvisaciones que se han desarrollado a la manera de un juego de reconocimiento y descubrimiento del territorio en el que han participado arquitectos y residentes.

En el análisis histórico de Lefaivre y el planteamiento de Döll ha subyacido la voluntad de hallar un modo efectivo de estimular una utilización colectiva y democrática del espacio público. El proyecto inicial ha dado pie a una serie de debates, exposiciones y otras actividades a través de las que se involucren otros sectores involucrados en la definición de la identidad de la ciudad actual, de forma que se asuma la necesidad de sacar del anonimato a las zonas de esparcimiento público para transformarlas en lugares integradores, creadores de un sentido de comunidad entre los individuos de diferentes generaciones, diferentes clases sociales y diferentes procedencias culturales que habitan hoy la ciudad europea, algo que –como sostienen Lefaivre y Döll- es posible a través de la construcción de una nueva visión sobre cómo jugar en la ciudad.

 

Imágenes (de izquierda a derecha):
1. Área urbana de juego en Het Oude Westen (Rótterdam, Holanda)
2. Esquemas de zonas lúdicas compartidas para niños y adultos. Imagen: Döll - Atelier voor Bouwkunst
3. Ejemplo de uso lúdico del espacio urbano. La Avenida 9 de Julio de Buenos Aires, la calle más ancha del mundo, sirvió de escenario para el Encuentro Sudamericano de Fútbol Callejero en 2005. Fotógrafo: Alijd van Doorn

 

Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste

Publicado en el suplemento cultural de ABC.es

 

 

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